jueves, 17 de marzo de 2011

Ernestino, sin oficio de su ser-


-Títere de dedo-

Pobre, dicen los que no comprenden: a Ernestino, en primera instancia; qué es tener un oficio del ser.
Tan lejos del tejo no cayó la bocha, porque si hay algo cierto, es que Ernestino tenía un oficio, y para desarrollarlo necesitaba dos brazos.
El bueno, el único, el original, el melancólico Ernestino, bibliotecario de una biblioteca preescolar, ya no sabe lo que es clasificar libros a dos manos. La habilidad con la que antes mantenía el equilibrio de su delgadísimo cuerpo consistía en un subir y bajar de los brazos para acomodar los libros. Entraba la mano derecha en el cajón y buscaba el estante intuitivamente, al tiempo que la izquierda estaba ya sumergida en el cajón realizando idéntica tarea.  Entre dos hileras de libros tijereteando con los brazos a una velocidad asombrosa, el ser flaco con oficio y atuendo especial siempre, mantenía la verticalidad de su metro 87.
Pero una tarde gélida, un sable manejado por un ser de otro oficio, separó el brazo derecho de Ernestino de su cuerpo largo, con manga, libro y todo. El brazo cayó sosteniendo aún el libro “el sable quiere ser hoz”. Luego cayó Ernestino, que entendió que lo habían matado (no entendió nada).
Ahora. El oficio del ser de Ernestino está abierto a sugerencias, desde que el hombre dejó la librería y merodea por las plazas. Se lo reconoce por las ropas y por la cara de desorientao.     

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